El 23 de noviembre de 1991 Freddie Mercury, el mítico vocalista de Queen que logró alcanzar con su voz y su trabajo registros únicos junto a Montserrat Caballé, anunció que tenía sida. Se convirtió así en el rostro de una enfermedad incurable, una dolencia que desfiguraba a quien la padecía, una enfermedad que mataba sin distinción, como dejó patente la propia muerte de la estrella de rock 24 horas después de su confesión pública. Todo eran rumores, pero Freddie apenas había contado que era seropositivo a unas pocas personas. En aquella época, en la que el desconocimiento y el miedo hacían proliferar todo tipo de mitos sobre el contagio, tener el virus de la inmunodeficiencia humana suponía caer en el ostracismo social. Hoy día, aunque el estigma, por desgracia, sigue presente pese a todo lo que sabemos, los pacientes con VIH llevan una vida normalizada con una enfermedad que se puede calificar de crónica gracias al avance experimentado en los tratamientos antirretrovirales. Si esto ya suponía un gran avance, ahora un estudio habla de cura. Así de simple y a la vez complejo, eliminar el virus del organismo para siempre con una inyección intramuscular. Todavía está en fase de ensayo, pero, sin duda, es una gran noticia para los 39 millones de personas con VIH que hay en el mundo.