Pues verá, un colombiano llegó, hace unos días, a trabajar como ingeniero en una empresa vasca. Cariñoso y expansivo, hablaba con todos sus compañeros y contaba lo bella que era su esposa. Uno de los jefes se dejó llevar por su encanto y le pidió al joven que le enseñara la foto de su enamorada. Emocionado y ansioso, mostró a una joven hermosa con unos intensos ojos negros. Su superior la miró con ternura y amablemente le dijo: “Se te cae la baba”. El colombiano, asustado, sacó de su bolsillo un pañuelo y lo acercó a su boca: “Usted, perdone”, dijo intentando limpiar una baba que no tenía.

Es curioso el significado de las palabras de un país a otro. Mi madre contaba que tenía un amigo alemán y un día le enseñó la fotografía de su novia. Mamá la miró y dijo: “¡Qué mona!”. El alemán, que siempre llevaba un diccionario en el bolsillo, miró el significado de mona. Abrió mucho los ojos asustado al leer: “Mona, animal peludo”. Dejaron de ser amigos.

Hace unos años, en un congreso de prensa en Honduras, la representante de nuestro país pensaba –digo pensaba, porque fue imposible– decir unas palabras de agradecimiento a las personalidades que nos habían recibido. Cuando dijeron el nombre de Concha, el público empezó a reírse. No entendíamos por qué. Ella, sorprendida, dijo: también me llaman Conchita. Las risas fueron en aumento, hasta que alguien cercano le dijo que “concha” para ellos era vulva. Nos reímos todos, menos la pobre Concha, que bajó del estrado avergonzada sin decir ni una palabra.

Los equívocos ocurren generalmente con los países latinoamericanos. Siempre se reconoce su gran riqueza de idioma–las novelas de García Márquez, Vargas Llosa, Borges o Cortázar–, sin embargo, hay muchas palabras que tienen distinto significado y nos pueden llevar a equivocaciones. En los seriales, por ignorancia, nos cuesta ver esa riqueza lingüística. Hay que tener cuidado con el doble significado de las palabras. Por ejemplo, en Perú “ayer cuadré a Pepe” quiere decir que se corrigió a Pepe, pero en Ecuador, que se dio un beso a Pepe. En Honduras, “¡qué chivo”! es que le huelen las axilas. Si, en Bolivia, le dicen “eres un churro” quiere decir que usted es muy bella. “Chucho” puede decir ¡qué frio!, pero en El Salvador es tacaño. Si le indican “quedamos ahora”, en Colombia puede ser mañana o dentro de un mes. Si le advierten “fresa”, no crea que hablan del fruto rojo y delicioso: en Colombia quiere decir homosexual. “Coche” no es un automóvil sino una persona sucia. Por otra parte, “culo” en Colombia es algo bonito y en Argentina es buena suerte. “Palo”, un trozo de madera, en Argentina es un golpe fuerte, en Colombia, tener más de un millón de pesos y en Méjico, tener relaciones sexuales de manera rápida. Si en Costa Rica le proponen “coger”, huya, quieren tener relaciones sexuales con usted. La misma palabra para un chileno puede ser un insulto, en El Salvador, negarse a hacer algo.

Somos bastante mal educados con el idioma. Fingimos, mentimos e insultamos con una sonrisa en los labios. Se tropieza con un amigo que hace tiempo no ha visto y, con total naturalidad, le dice “te veo estupendo”. Realmente, está pensando: pobre hombre, cómo ha envejecido. Si se encuentra con alguien que no quería saludar y no le ha dado tiempo de cambiar de acera, exclamará: que alegría verte, aunque sienta que le raspa la lengua. Si afirman que está muy mejorado, no se fíe: quiere decir que usted está francamente gordo. “No parece la edad que tienes”, una especie de jeroglífico para que no se note la envidia que siente por su amigo. En fin, somos unos vulgares actores del gran teatro del mundo, no tan pomposo, simplemente actores de calle.

En el mundo político de nuestro país las palabras, aunque parezca imposible, son lo que significan. Hay tal número de lindezas que las paginas del diario de hoy no encontrarían sitio para enumerarlas. Entre los líderes se han insultado como berzotas, analfabeto funcional, pierdepueblos, cultiparlarte, sacamuertos, politiquillo de mala muerte, chantajeador, felón, mentiroso compulsivo, ridículo, irresponsable, chovinista del poder, gilipollas, putilande, vago o ignorante.

Son insultos reales pronunciados en el Congreso y el Senado. Un gallinero que el presidente Pedro Sánchez asegura que ha terminado. Su “no dimito” no es un punto y seguido. Es un punto y aparte para trabajar por la renovación, por la regeneración pendiente y asegurar los derechos y libertades de los ciudadanos.

Queremos, con toda nuestra alma, creerlo.

Leo en la hoja del calendario del día de hoy una frase de San Juan de la Cruz: “Bienaventurado el que, dejando aparte su gusto e inclinación, mira las cosas en razón y justicia para hacerlas”. Por estos lares, estas actuaciones son para los santos.

Periodista y escritora