Imagine que acude al hospital con una herida sangrante, y las gasas que le aplican han sido utilizadas previamente por otro paciente. O que sólo cuenta con un litro y medio de agua contaminada al día para satisfacer todas las necesidades diarias. Inimaginable lo que tiene que ser la vida en un área de 41 kilómetros –la distancia entre Zarautz e Irun– en la que se hacinan refugiadas más de 1,7 millones de personas –casi la población de Euskadi– bajo la amenaza de un posible ataque militar a gran escala. “La situación en Rafah es aterradora. Todos los lugares están superpoblados con gente viviendo en tiendas de campaña y escuelas”, asegura Pascale Coissard, coordinadora de emergencia de Médicos Sin Fronteras en Gaza. El brutal castigo colectivo impuesto a la población civil de la Franja a raíz del salvaje ataque de Hamás del pasado 7 de octubre sigue sobrepasando todas las líneas rojas. Miles de israelíes han mostrado su ira durante este pasado fin de semana contra Netanyahu, que amenaza con una catástrofe humana en contra las advertencias de sus aliados y mientras sigue sin asumir responsabilidades. Porque él es el máximo responsable del mayor fallo de seguridad en la historia del país que se tradujo en el asesinato de 1.200 de sus compatriotas y el secuestro de más de 200 israelíes perpetrado por Hamás. l