El 4 de octubre de 1899, tres monjas de la congregación de las Siervas de María se instalaron en una modesta vivienda de Azpeitia cedida por el Ayuntamiento. La llegada de aquellas tres mujeres marcó el inicio de una relación entre la orden religiosa y Azpeitia que se ha mantenido durante 125 años pero que, a día de hoy, está a punto de finalizar.

Abandonar el convento

Las seis religiosas que habitan en el convento, que la orden ocupa desde el 26 de mayo de 1905 en el numero 18 de la calle Harzubia, van a abandonar la localidad con destino a otras congregaciones repartidas por distintos rincones de la península, aunque todavía no se ha determinado la fecha. Las claves del adiós están en la avanzada edad de las seis monjas que viven en el convento, con edades comprendidas entre los 76 y los 92 años, y el descenso de las vocaciones religiosas.

Misa de despedida

Se trata de un hecho que se viene prolongando en el tiempo y que ha tenido una especial incidencia en el País Vasco, testigo del cierre de las congregaciones de las Siervas de María de Bilbao y San Sebastián en los últimos años. A esta lista se le sumará Azpeitia pero, a la espera de ese día, las Siervas de María han organizado una misa en la capilla del convento el 1 de mayo, a las 16.30, que sor Ángeles, sor Teresa, sor Inés, sor Lourdes, sor Trinidad, sor Julia y, por extensión, el conjunto de la orden, aprovecharán para despedirse del pueblo de Azpeitia y mostrarle su agradecimiento por la buena acogida y el trato que han tenido desde su llegada en aquel lejano día de octubre de 1899.

Imagen de archivo de las Siervas de María cantando en el Aquarium

El edificio que alberga a la orden destaca por sus dimensiones. Cuenta con una altura de tres plantas y con una intrincada red de escaleras y pasillos que conectan los espacios comunes y las habitaciones que durante más de un siglo han servido de alojamiento a las monjas y a las novicias que se formaban en él. El conjunto se completa con una amplia zona de huertas que es atendida por un vecino de Azpeitia.

Sus momentos de mayor apogeo estuvieron vinculados a su designación como casa de noviciado y formación en 1924 . Mantuvo esta función hasta 1971, año en el que ese proceso de formación religiosa se centralizó en Burlada. Azpeitia, sin embargo, continuó hasta 2022 con la formación para la preparación de los votos perpetuos, una estancia de seis meses en la que las novicias decidían si daban el paso definitivo de hacerse monjas o renunciaban a ello.

Silencio y tranquilidad

La vida que se respiraba en el convento en los años en los que proliferaban las vocaciones religiosas, con decenas de monjas y novicias conviviendo bajo el mismo techo, contrasta con el silencio que acompaña al recorrido por sus pasillos. Sor Teresa, que llegó a Azpeitia desde la localidad segoviana de Tabanera la Luenga en 1957, refleja muy bien cómo fue ese cambio. “Cuando llegue a Azpeitia como novicia con 17 años había cerca de un centenar personas en el convento, entre las monjas y las jóvenes que hacían el noviciado. De hecho, eran tantas las vocaciones que tres años después se decidió ampliar el edificio. Curiosamente, tras esa ampliación comenzaron a descender las vocaciones religiosas”.

Pero si por algo destaca la orden de las Siervas de María es por su carisma de ayudar a los enfermos. Durante años acudieron a los hogares de las familias que requerían de sus servicios para acompañar a los enfermos por la noche, e hicieron lo propio en la enfermería de los jesuitas de Loiola.

Esta labor de puertas afuera ha tenido su réplica en el propio convento y, más en concreto, en su botiquín, en el que se han puesto inyecciones, se ha vacunado, se ha tomado la tensión a quien lo requería y se han perforado los lóbulos de las orejas de buena parte de las niñas nacidas en Azpeitia para poder colocarles los pendientes. En ese papel ha jugado un papel destacado sor Lourdes, una azpeitiarra nacida en Erdiko Kale en 1936, en su condición de responsable del botiquín. Ahora espera con una mezcla de tristeza y resignación el traslado a Palencia, el destino que se le ha asignado, tras darse a conocer que la congregación abandona su localidad natal. “He pasado toda la vida en Azpeitia y ahora toca ir a otro lugar. Me da mucha pena, no es un momento fácil, pero qué le vamos a hacer si es la voluntad de Dios”.

Sor Lourdes no es la única vecina de Urola Erdia en el convento. Junto a ella está sor Trinidad, una monja de Nuarbe que será ubicada en Portugalete, al igual que la palentina sor Inés. La madre superiora, la leonesa sor Ángeles, irá a Segovia, mientras que sor Teresa irá a Santander, y la salmantina sor Julia a Valladolid.

Santa María Soledad

Los orígenes de la orden tienen a María Soledad Torres Acosta como referente. Nacida en Madrid el 2 de diciembre de 1826 con el nombre de Bibiana Antonia Manuela, se incorporó a una congregación de reciente creación ideada por el sacerdote Miguel Martínez y Sanz bajo el nombre de Siervas de María-Ministras de los Enfermos el 15 de agosto de 1851. María Soledad, nombre que pasó a tener tras tomar los hábitos, y otras seis religiosas fueron las primeras componentes de la orden, que fue reconocida como congregación en 1876 por León XII. Con el paso del tiempo, María Soledad fue ganando peso en la orden, impulsando su expansión. Murió en Madrid el 11 de octubre de 1887. El 5 de febrero de 1950 fue beatificada por el papa Pío XII y canonizada como santa por Pablo VI el 25 de enero de 1970.