Los datos ahí están, son públicos y consultables en la red social Strava. El pasado viernes 12 de abril, antes de su grave accidente en Italia, el urnietarra Mikel Iturria (Euskaltel-Euskadi) se exprimió entrenando en las rampas de Bianditz, la subida a Artikutza desde Oiartzun: completó los 10,69 kilómetros del segmento en apenas 27 minutos (récord de la ascensión) y promediando 426 watios, una auténtica barbaridad. Hablamos de un ciclista de 32 años que vive su duodécima temporada como profesional, que ganó una etapa en la Vuelta a España 2019 y que registraba hace dos semanas los mejores números de su trayectoria. Sin embargo, tres días después de su brutal sesión preparatoria, el lunes 15, disputó la primera etapa del Tour de los Alpes y no pudo figurar en una selección de 40 corredores, hecha cuesta arriba en el tramo final de la jornada.

La moraleja apunta a una circunstancia que quizás no se aprecie viendo las carreras por la tele, pero que coinciden en señalar todos los integrantes del pelotón. “El ciclismo evoluciona. Y el nivel es cada vez más alto”. Lo indicaba esta semana Egan Bernal (Ineos) en una entrevista concedida a Wielerflits. Durante la misma, a pregunta de un periodista positivamente sorprendido por sus prestaciones en la Lieja-Bastoña-Lieja, el colombiano aseguraba encontrarse, a otra escala, en una tesitura similar a la de Iturria. “Analizando mis valores y mis cifras, mi forma actual es superior a la de hace tres años”. Aún así, el ganador del Tourde Francia 2019 y del Giro de Italia 2021 estuvo muy lejos de poder resistir el domingo a Pogacar en La Rédoute: fue 21º en meta, a más de dos minutos del esloveno. “Es que la exigencia general también ha crecido”.

¿Significa esto que no volveremos a ver a Bernal peleando en lo más alto? Pues no, tampoco le descartemos, porque dice el protagonista que, más de dos años después de estamparse contra un autobús durante un entrenamiento con la cabra (bici de contrarreloj), es ahora cuando realmente está viendo la luz. “Volví a competir realtivamente pronto, pero sin enlazar semanas de preparación exigente. Se trata de algo que no he podido hacer hasta esta misma temporada”. El pasado 24 de marzo, Egan terminó tercero la Volta a Catalunya, su primer podio World Tour tras la lesión. “Y durante el último mes por fin he logrado asimilar las cargas de trabajo previas a la caída”. Al ser cuestionado, el domingo en Bélgica, por el momento en que creyó que “el antiguo Bernal” podía estar de vuelta, el ciclista contestaba rotundo: “Ha sido esta misma semana”.

Lo dicho. Para pelear por grandes objetivos ya no le valdrá con recuperar el nivel de antaño. Tocará superarlo. Pero Egan va a por ello. “Me levanto todos los días con la ambición de volver a ser el mejor. No sé si lo conseguiré, pero pienso a menudo en ganar de nuevo un Tour de Francia”. Sobre el papel, no habrá ronda gala para él este curso, solo Vuelta a España. Sin embargo, el corredor del Ineos busca durante la primavera rebelarse contra el calendario que le programaron en invierno, cuando su progresión todavía suponía una incógnita. Con 27 años y ciclismo de sobra en las piernas, Bernal trata de escenificar estos días un nuevo paso al frente durante un Tour de Romandía que alcanza hoy su jornada más decisiva.

AZPARREN, FRACTURA DE CLAVÍCULA

La lluvia marcó este viernes la participación de los ciclistas mejor situados en la general en la contrarreloj del Tour de Romandía. Egan Bernal fue uno de los obligados a competir sobre mojado, finalizando 52º a 1:25 del ganador Brandon McNulty (UAE). Por su parte, Juan Ayuso (UAE), cuarto, resultó el más rápido entre los favoritos, vistiéndose con el maillot amarillo a falta de las dos etapas de este fin de semana. La noticia negativa de la jornada residió en la caída del corredor donostiarra Xabier Mikel Azparren (Q36.5), apuntando las primeras exploraciones a una fractura de clavícula.