El Mes de la Danza es un ciclo que lleva cautivando a Donostia desde el año 1996. Los actos organizados por la Asociación de Profesionales de Danza de Gipuzkoa (APDG) convierten a la ciudad durante un mes en la capital de la danza

Este año, como novedad, el XXI Premio de la Danza será entregado el mismo día que se celebra la XXVII Gala del Día Internacional de la Danza, el domingo 28 de abril. Los galardonados de esta edición son el bailarín Igor Calonge, Premio a la Trayectoria Artística, y la bailarina Oihana Vesga, Premio Dedicación, quienes, además, participarán en la gala tras la entrega de las distinciones.

Los dos premiados definen su estilo dentro del subgénero de la danza contemporánea, subestilo que se desarrolló en el siglo XIX como reivindicación de danzas más clásicas como el ballet. Buscaban un entorno de libertad y expresión libre mediante el cuerpo y la música. Por eso, sus movimientos son más atrevidos, innovadores e incluso agresivos. También existe una absoluta libertad a la hora de mezclar diferentes estilos de música y de baile rompiendo con el estilo tradicional.

Los inicios

Sus inicios han sido muy diferentes. Una forma de demostrar que, a pesar de no empezar desde pequeño en una disciplina, no significa que no puedas hacer de ello tu profesión. En el caso de Oihana Vesga, comenzó a tomar clases en el Estudio de Danza 84, situado en El Antiguo, fue fundamental para el desarrollo de sus valores, constancia y disfrute. El proceso de querer dedicarse a la danza se desarrolló poco a poco. Al ver a compañeras decididas a ir a conservatorios para estudiar danza, se le prendió “una chispa” y, con 16 años, decidió hacer el Bachillerato a distancia para perseguir su sueño en el Conservatorio de Biarritz. La decisión no fue en vano, ya que un año después, tras participar en una audición para conseguir un puesto en la Escuela de Danza Contemporánea de Londres, le concedieron la plaza y realizó en la capital británica tanto su grado en Danza Contemporánea como el máster en Coreografía.

La bailarina Oihana Vesga posando para este periódico Ruben Plaza

En el caso de Igor Calonge, su inserción en el mundo de la danza llegó más tarde. La primera clase que tomó fue a los 20 años y resultó ser un flechazo. “Me quedé pillado”, recuerda. A pesar de haber tenido siempre un “instinto bailongo”, era algo más íntimo. Sin embargo, a dicha edad “parece que ya tienes que coger un rumbo de algo” y, tras comenzar las lecciones, “decidí que ese era el camino que quería seguir. Era muy vocacional, nunca entendí que no fuese el camino”. A pesar de que a Calonge le hubiera gustado empezar con el ballet clásico, se inició en la danza contemporánea, logrando entrar en una compañía de Burgos apenas año y medio después, tras lo que continuó su trayectoria en Asturias y Madrid, tomando clases y trabajando en proyecciones a la vez.

Transmitir los sentimientos

Ambos consideran que su estilo de baile no aúna una sola corriente, concuerdan en que el núcleo principal está en la transmisión de sentimientos o, como dice Calonge en la “poética”. Vesga considera que el estilo individual evoluciona al son de la persona desarrollando su estilo de danza “según vas creciendo y conociéndote a ti mismo”. Define su estilo como una persecución de sus deseos y de exploración creando un híbrido de diferentes estilos en sus interpretaciones. En el caso de Calonge, fundador de la compañía Cielo rasO, se trata de algo más físico que reúne fuerza y resistencia. De romper los estereotipos y visibilizar el esfuerzo y la superación del mismo. Intenta buscar los extremos creando fuerza contrarias, para él “un movimiento más violento da paso a que un abrazo tenga más presencia”.

Ese sentimiento de comunicar hacia el público está muy unido a una de las características más relevantes de la danza contemporánea, y es que el artista no sólo tiene el deber de bailar sino que también es responsable de la toma de decisión del diseño del escenario, la coreografía, el maquillaje, vestuario, etc. Todos estos componentes forman parte de un sólo arte escénico consiguiendo que los elementos aúnen lo que se espera transmitir. Vesga recalca que todo ese proceso es “muy enriquecedor”, ya que te das cuenta de “todo el trabajo global que envuelve el crear una pieza”. A lo que Calonge añade que, en su caso, no se ve diseñando exclusivamente una coreografía para un escenario ya creado, “no soy sólo coreógrafo”. “El espacio que ocupa la escenografía y el sonido son muy importantes”.

Herencia del baile

No obstante, hay que tener en cuenta que el contexto es diferente que en las grandes ciudades. Como apuntan, en el extranjero hay mucha más oportunidad de acceder a la danza, ya que se imparte como asignatura opcional en los colegios. Es así como en las escuelas de danza profesionales hay una mayor variedad de género que aquí, donde la mayoría son mujeres. “En los estudios profesionales éramos chicos y chicas por igual”. “No todo el mundo venía del clásico, mucha gente venía del hip hop, la capoeira y otros estilos, lo que otorgaba mucha variedad y riqueza”, afirma la artista.

En este debate, también está muy concienciado Igor Calonge, quien anima mucho a “la ruptura de estereotipos y de lo que significan los géneros”. Además, este último subraya la falta de lugares en los que los profesionales puedan seguir desarrollándose y manteniéndose. Esto es diferente en, por ejemplo, Madrid y Pamplona donde los profesionales tienen la oportunidad de acudir a clases abiertas.

Desenganchar para enganchar

Una manera de integrar la danza en la sociedad, como sostiene el bailarín, es generando más interés cultural. Considera que el punto de partida para ello podría ser la danza tradicional, que está muy insertada en lo social. La danza contemporánea engloba tantas formas de baile que el acercamiento a cualquiera de ellas puede ser significativo para que las nuevas generaciones se interesen en ella. Para esto, “hay que desenganchar a la juventud de Instagram y Tiktok y acercarla a un lugar que no sea superficial, que sea más profundo”, afirma el bailarín. La clave está en el interés hacia lo artístico.

Ambos consideran que el Mes de la Danza cumple su labor social de acercar a la población hacia un arte que tienen menos presencia que el cine o la música, véase la representación que tienen el Jazzaldia o el Zinemaldia. En su opinión, no hay que parar de generar contenido y programar actividades para que siga habiendo oferta y alejarlo de los fines económicos. “Es una especie de militancia, un grito a decir que seguimos aquí”, explica Calonge. 

El bailarín Igor Calonge posando para este periódico Ruben Plaza

A juicio de Vesga, este ciclo podría crear más visibilidad. La bailarina siente que “falta algo” para que el panorama de la danza pueda equipararse a los otros festivales de la ciudad. Una afirmación que respalda su compañero, quien considera muy importante el efecto “fan”, algo que la danza no ha logrado desarrollar todavía, así como en el cine ha significado un éxito absoluto.

Cielo rasO y Mari Zaunka

Calonge y Vesga intentan hacer frente a esto en sus propios proyectos, donde tienen la oportunidad de dar visibilidad a sus coreografías y ejercer de ello. Para ello, ambos ofrecen un espacio de trabajo en Donostia. En el caso de Igor Calonge está la fundación Cielo rasO, que creó para que los bailarines tengan un lugar donde desarrollar sus aptitudes. Esta propuesta cumple ya 15 años y tienen una gira prevista para 2025, cuando presentarán Hamaika y un single de Calonge que estrenó en diciembre del año pasado.

En cuanto a Oihana Vesga, fundó Mari Zaunka de la mano de Nerea Gurrutxaga, quien prácticamente siguió sus mismos pasos, ya que también estudió en Estudio de Danza 84 y en la Escuela de Danza Contemporánea de Londres. La compañía supone un reto, puesto que “es muy difícil empezar de cero”. “Vas haciendo afinidad con programadores y organizadores de festivales y eventos, de manera que van saliendo cosas de ahí”.

Los artistas recuerdan la importancia de ser fiel a uno mismo. De contaminarte e investigar otros estilos de danza. Vesga menciona la importancia de no perder nunca “el diamante que llevamos dentro, la ilusión”. No es un mundo fácil, afirman, hay que tener constancia, no entrar en una vorágine y recordar por qué empezaste y qué te hace conectar con la danza. En palabras de Calonge, “no es un sprint, es una carrera de fondo” en la que, a pesar de tener baches donde no haya tanta oferta, tienes que seguir trabajando en ti mismo “para ser un buen intérprete y preparar tu cuerpo para la ocasión”.