Debilidad. Es la palabra que mejor define el arranque de Cristina Ibarrola como presidenta de UPN. La terna liderada por la exalcaldesa de Iruñea y con Alejandro Toquero y Cristina Sota como vicepresidente y secretaria general ganó con el 81% de los votos en un congreso apático y con una de las participaciones más bajas de la historia.

Solo 701 de los más de 2.100 afiliados censados fueron a votar. Y eso que hubo urnas en las cabezas de merindad porque, si no, hablaríamos de un desastre. 569 afiliados optaron por la candidatura oficial, la única tras los intentos fallidos de varios militantes para presentar una alternativa que fue, según denunciaron, torpedeada desde el aparato. Hubo dos votos nulos.

Y el voto en blanco, que había quedado como el refugio para la disidencia una vez quedaron retiradas hasta las candidaturas para la ejecutiva, se disparó hasta los 130. El 19%. Para pensar. La participación, poco por encima del 25%. En 2020, cuando Esparza y Sayas –hoy diputado del PP– pugnaron por la presidencia regionalista, el congreso superó con creces los 1.700 votos. En plena pandemia. También para pensar.

Los resultados pusieron el broche a varias semanas bastante convulsas si se tiene en cuenta que Ibarrola no ha tenido rival. Desde febrero, fueron varios los militantes que denunciaron los manejos entre Ibarrola y Toquero para pactar una lista de unidad que ha concitado de todo menos consenso. Durante estas últimas semanas ha habido reproches al reparto de puestos, la falta de debate interno y la necesidad de reorientar al partido.

Pocas referencias a estos temas hubo en la intervención final de Ibarrola. La recién proclamada presidenta habló durate quince minutos. Es el estilo que ya conoce el gran público: frío, distante, acartonado. No le sale el rocerismo tan característico de los presidentes regionalistas y nunca ha sido la mejor oradora del Parlamento o el Ayuntamiento. Fue el discurso de un gestor administrativo, no de un líder político. Quizá sea el recuerdo en las direcciones generales de Osasunbidea durante los peores años del barcinismo.

El primer discurso

Ibarrola explicó la bajada de la participación en el hecho de que el congreso no iba a decidir nada. Ibarrola sí que dijo que UPN necesita “captar talento”. Ver qué se hace en otros sitios, en otros partidos, “abrir la mente” para importar las mejores recetas y aplicarlas aquí, cuando les toque gestionar lo que dejen “los de la política útil”, dijo.

“Debemos adaptarnos al nuevo contexto político y social para ser más atractivos y crecer”, redondeó, en una reflexión en la que habló de “escuchar más” a muchos sectores de la sociedad, como “migrantes, jóvenes, transportistas, sanitarios... A los que nos votan y a los que no. Incorporar propuestas y ser capaces de convencer a más gente de que somos la mejor alternativa”.

En ese camino, aseguró que UPN necesita “una ola que cargue de ilusión” al partido. “Seamos equipo. Comportémonos como equipo, trabajemos por ese bien común”, subrayó en el congreso. Y señaló una parcela que los regionalistas tienen que mejorar, “la comunicación interna”, para que el equipo “sea el primero en enterarse de las cosas importantes” tras años de secretismo bajo el mando de Esparza.