El resultado electoral del pasado domingo evidenció en qué medida el ciclo electoral (que comenzó con las elecciones forales y municipales de mayo del año pasado, siguió con las generales de julio de 2023 y culminó el 21 de abril) ha abierto un nuevo tiempo político en la política vasca. Sea coyuntural o estructural, no estamos ante una época de transición, sino en un momento de inflexión clave de cara al futuro político de Euskadi. La disputa por la hegemonía política es real y la histórica capacidad de vertebrar las instituciones vascas por parte del PNV tiene ya una alternativa, la que muestra EH Bildu como fuerza ascendente.

Es así, sí. Pero el PNV ha ganado las elecciones (perdiendo cuatro escaños), tras lograr una movilización electoral en la parte final de la campaña que le ha permitido alcanzar un resultado mezcla de satisfacción y de alivio. Cuatro años por delante gobernando en coalición con el PSE representan un reto inédito: convertir la acción de gobierno en cauce para recuperar la confianza de la ciudadanía vasca. A ambas formaciones les interesa alcanzar un acuerdo ágil (pese a que la importante mejora en sus resultados por parte del PSE encarecerá las condiciones) que sea cauce impulsor de una acción de gobierno orientada a mostrar otra forma de atender las demandas de una sociedad vasca que, por primera vez, ha convertido la alternancia política en una posibilidad real.

¿Qué tendencia interna dentro de EH Bildu se impondrá ahora? Una de ellas apuesta por este nuevo tiempo político: la clave de su éxito radica en renovar su discurso, en centrarse en el eje social, en proponer acuerdos entre diferentes, en profundizar en el autogobierno, en hablar de industria, de los cuidados, de salud, de las instituciones, en negociar con Madrid; la otra entiende que, en realidad, este sobrevenido éxito electoral legitima su pasado y ello demuestra que no estaban equivocados. Esa misma tensión brotó a raíz de la polémica surgida tras las declaraciones acerca de ETA. Si quieren acabar vertebrando la sociedad vasca, la primera deberá imponerse.

Se habla mucho del auge de la izquierda abertzale, pero el verdadero reto lo tiene encima de la mesa el partido ganador de las elecciones, lo tiene EAJ/PNV. La clave es no solo la renovación sino, mucho más importante, evaluar cómo lograr dar con la tecla política (y social) que le posibilite reelaborar, poner en pie mucho más que una ponencia política: ha de construir un nuevo relato que combine la realidad más apegada a lo local, a las preocupaciones e intereses de la ciudadanía vasca, con un cada más complejo diagnóstico global de la realidad.

La proximidad, la cercanía, la humildad no impostada, la apuesta por la mejora de nuestra ya buena calidad de vida son factores que combinados pueden lograr reilusionar, motivar, impulsar una ciudadanía activa y comprometida con nuestros retos compartidos. La ciudadanía vota, cada vez más, proximidad, cercanía y conocimiento del terreno. Y esa demanda ciudadana debe responderse con un estilo de liderazgo muy concreto, apegado a nuestra tierra y conocedor de la realidad más cercana.

Para vertebrar el país hay que lograr cohesionar el impulso de un gobierno que tenga ambición por lograr una Euskadi puntera, líder. Y los proyectos han de permear el territorio, deben lograr llegar hasta el ámbito local o municipal más cercano a nosotros. No hay que caer en la tentación de jugar nuestras piezas en tablero ajeno, hay que dedicarse a construir nuestro propio tablero, sin perder el foco aunque las luces de neón parezcan alumbrar más a otros.