Con cada vez más recurrencia llegan a la opinión pública casos de acoso escolar o de ciberacoso en sus diversas formas más o menos agresivas y violentas o mediante métodos de lo más diversos. En la CAV, el último curso se detectaronn 218 casos, casi un 40% más, en los centros educativos. En Navarra, Educación ha atendido este curso 2023-2024 ya 102 casos de acoso y otros 15 de ciberacoso. No obstante y aunque todas las denuncias no tienen ni el mismo alcance y gravedad y algunas incluso no llegan a la tipología del acoso escolar, es cierto que la cifra puede ser más alta ya que no siempre se traslada la información a los departamentos de Educación o las asesorías de convivencia. Aunque se han desarrollado iniciativas sucesivas de información dirigidas a padres, educadores y los propios alumnos, la evolución de los datos –en buena medida derivada por la concienciación de centros y profesores, de alumnos y familias y la difusión de información sobre este problema–, incide en la importancia real de sus consecuencias para las víctimas, casi siempre menores. Desde que se pusieran en marcha programas contra el acoso como Bizikasi en la CAV o Laguntza en Navarra, las instituciones públicas ofrecen herramientas concretas para regular emociones, trabajar la empatía, la escucha activa y el buen trato, además de potenciar la acogida del profesorado hacia el alumnado. Pero no siempre son suficientes. El problema está en el proceso de visibilización, lo que significa que el incremento de denuncias no siempre es equivalente a un aumento de casos, pero sí que avanza una toma de conciencia de los límites de una broma, el margen de lo aceptable en una disputa entre menores y la existencia de reacciones colectivas gregarias que fácilmente se ponen en marcha en el ámbito relacional de los menores en la escuela. La existencia en los centros de un protocolo de actuación y de prevención –aunque también hay centros aún que se resisten a utilizar todas las herramientas–, los actos de concienciación con el alumnado, el periódico control institucional y la evaluación familiar de las situaciones son premisas claves. La frivolización de la violencia, física o verbal, es real y la educación cimentada en valores de respeto a la diversidad y la diferencia y la inclusión y la comunicación son aspectos esenciales para la prevención del acoso, así como la formación e implicación del alumnado, el profesorado, los centros educativos y las instituciones y las familias.